Mateo contaba con frecuencia a sus amigos la siguiente anécdota: “Una vez me ví
obligado a guarecerme en un edificio arruinado huyendo de mis enemigos y allí
permanecí sentado durante horas. Deseando desviar mi mente de mi condición
desesperada, fije mi vista en una hormiga que intentaba subir por una pared
llevando un trozo de trigo mayor que ella.
Observé los esfuerzos que realizó para conseguir lo que deseaba. El grano cayó a tierra sesenta y nueve veces; pero el insecto perseveró y por fin a la setenta vez pudo llegar a lo alto. Esto me alentó grandemente en aquellos momentos y jamás he olvidado la lección”.